UNA SOMBRA DESDE EL
INFIERNO.
Por
Raúl Cardillo.
Las
inexploradas tierras del sur argentino parecieron la opción mas
adecuada para el deseo de alejarse de Buenos Aires.Definitivamente.El
Dr.Hammer ya no quería volver a pisar ese lugar jamás.
Siempre
lo había decepcionado.Consideraba un error haber abandonado su
Londres natal para radicarse en esa polvorienta ciudad colonial,donde
las posibilidades de desarrollar su profesión de medico nunca le
habían parecido tan brillantes como se las habían pintado.
No
obstante al conocer a la joven criolla Emilia,su cielo se abrió al
resplandeciente sol del amor.
Nunca
tuvo días mas felices que aquellos de su matrimonio,enjoyado luego
con la llegada de la pequeña Brittania.La alegría se extendía al
éxito,moderado pero éxito al fin,de una carrera como cirujano en
uno de los grandes hospitales porteños.
Pero
esa cálida primavera ocultaba una pesada tormenta que caería sobre
sus vidas.
Una
ola de crimenes comenzó a asolar la ciudad,imponiendo el
terror,conviertiendo en un matadero sus calles.Con una precisión de
matarife,un monstruo se dedicaba a matar mujeres en la vía
publica,con preferencia prostitutas,con la excepción de una anciana
que quizá había visto demasiado,pagando con su vida.Ya eran siete
los casos,manteniendo desconcertada a la escasa y mal preparada
policía.
Las
autoridades hablaban de sacar militares a la calle,cuando un caso,que
sería el ultimo,estremeció a la población mas allá de cuaquier
limite.
El
Dr.Hammer recién comenzaba su guardia en el Hospital cuando el
carruaje de emergencia llegó con gran apuro,haciendo sonar su
campana con furia.Una mujer y su pequeña niña habían sido atacadas
y degolladas parcialmente,aún se mantenían con vida.Las victimas
anteriores habían sido abiertas en canal,como reses,y sus órganos
eviscerados,pero la presencia de una patrulla policial había
impedido terminar la faena en este caso.
El
cirujano,Hammer,fué requerido con urgencia.La noche perpetua se
desplomó sobre el como un castillo maldito.
La
hermosa Emilia y la pequeña Brittania eran las victimas.
Nada
pudo hacer por ellas.La vida del medico había terminado.
El
poblado sureño,junto a un mar plomizo,permanecía casi todos los
días del año batido por un viento fuerte e incesante.
El
viejo Dr.Mac Farlene,antiguo amigo,que había cursado la invitación
a Hammer de radicarse en aquel territorio no era mas que un vulgar
borrachin.La tristeza sempiterna del sitio,unida a la hosquedad de
sus habitantes parecían haberlo empujado a sumergirse en ese mar
ardiente de la bebida.De hecho,el unico lugar un poco mas animado
constituía la mugrienta taberna donde podía comerse algún cordero
asado y beber en abundancia.Solo en este local podía frecuentarse
algún forastero,viajeros y carreteros varios con mercaderias desde y
hacia Buenos Aires y zonas mas australes del salvaje país.Dos viejas
escocesas,borrachas,satisfacían el eventual instinto inconcluso de
los viajeros.
Ninguna
de estas diversiones apetecía a Hammer que pensaba seriamente volver
a Inglaterra.Dudaba de la intención de su colega al invitarlo.Para
que le hiciese simple compañía o lo ayudase en su trabajo,que en la
practica era nulo.Los pobladores eran cerrados como tumbas hacia los
extranjeros.
En
sus caminatas por los grises parajes,se había cruzado con algunos de
ellos que le rehuían con celeridad.
Estaba
perplejo por la similitud de los rasgos,muy marcados en todos
ellos.Como si pertenecieran a una siniestra familia endogámica,en su
totalidad.
Sus
rostros,de una tonalidad amarillenta verdosa,eran marcadamente
reptilescos.Ojos saltones,casi glaucos,bocas anchas y finas.
Las
frías playas estaban desoladas y cada tarde el cielo y mar parecían
unirse en una amalgama de colores que variaba del gris oscuro al
verde brillante,luego las olas parecía crecer como un largo
muro.Este fenómeno se acentuaba cada tarde con mayor rapidez.Hammer
no sabía si atribuírselo a algo real o la profunda melancolía que
absorbía sus días.
Una
tarde encontró tres huevos verdes y los llevó para enseñarselos a
Mac Farlene.La reacción de este le sobresaltó.
-QUEMELOS
Hammer,QUEMELOS están malditos...y uniendo la acción a sus
palabras,los arrojó al fuego de la chimenea,donde ardieron
desprendiendo un humo verde y pestilente -
Días
después unos jinetes de paso por la localidad, trajeron una mujer
reptil,el ya las llamaba así,acuchillada y casi eviscerada.
No
se sorprendió Hammer en descubrir en el vientre,de la mujer,ya
muerta,esos extraños huevos.
Pronto
llegó al consultorio un grupo de “reptiles”que se apresuró a
llevar su cadáver,sin mediar palabra pero con ostensible actitud
hostil.
Al
la tarde siguiente tuvieron la noticia que una de las prostitutas
había sido masacrada.Se culpó a unos jinetes,que venían de
paso,alcoholizados quizá.
Hammer
supo que la maldición lo había alcanzado,sin importar la distancia.
Lo
mejor seria que se adentrara en el mar para no volver.
Era
una fuerza contra la que no podía luchar.Desde aquellos episodios de
Whitechapel,de los que había huído y cuyó frenesí creía
extinguido,ocasionalmente regresaba.
Le
había ocasionado la peor desgracia de su vida,cuando no pudo evitar
encarnizarse con quienes mas amaba.Emilia y Brittania.
Se
encaminó hacia la costa.Era ya de noche pero mar y cielo parecían
fundidos en un verde brillante y reptilesco.
Era
un muro musgoso.Un Tsunami inmovil.
Antes
que Hammer llegara al mar para la decisión final el mar se abatió
sobre la tierra,inundando todo,mientras ojos o huevos verdes
brillaban por doquier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario